En el año 2001 la crisis económica, el corralito financiero, el malestar generalizado, que se expresó en sucesivos saqueos, provocaron una ruptura del orden social que el Presidente De la Rúa intentó frenar declarando el Estado de Sitio. Como respuesta, el día 20 de diciembre miles de vecinos de Buenos Aires y sus alrededores salieron para protestar golpeando ollas. Este “cacerolazo” congregó a más de 30.000 personas en la Plaza de Mayo y frente al Congreso. Esta vez, gran parte de la sociedad le hizo frente al pasado oponiéndose al Estado de Sitio. La respuesta fue la represión de los manifestantes. Sin apoyo político, De La Rúa debió renunciar y abandonó la Casa Rosada dos años después de asumir.
Durante diciembre de 2001 y enero de 2002 el país atravesó una intensa crisis política. En pocos días, a De La Rúa le sucedieron varios presidentes. Estábamos frente a un Estado que no podía resolver la profunda crisis de legitimidad en la que se encontraba. Hago memoria y la frase que aparece asociada a mi recuerdo de esos días es “Que se vayan todos.... que no quede ni uno solo”.
Ya habían terminado las clases y entonces no pude compartir con mis alumnos esos momentos tan difíciles. En marzo habíamos vuelto al aula y en los chicos había una gran necesidad de hablar de lo que había pasado. Eran muchas las preguntas, pero por sobre todas las cosas, sentían miedo y hablaban de represión y recordaban las terribles imágenes de aquel 20 de diciembre. Muchos de los chicos hablaban de la represión policial en la Plaza de Mayo como parte de la herencia que nos había dejado la dictadura. Y repetían que los argentinos habíamos salido a la calle para hacerle un “golpe de Estado” al gobierno de De La Rúa. Esta vez, la noción de Golpe de Estado no estaba asociada a los militares. Por supuesto que después de unos días la noticia que iba a tapar este horror tenía que ver con la economía: el “corralito financiero”.
Seguramente, si hoy le preguntamos a un adolescente ¿qué fue el corralito? va a poder contestarnos, pero si le preguntamos que pasó el 20 de diciembre de 2001 no tendremos la misma suerte.
En medio de esta grave crisis asumió Eduardo Duhalde, quien completó el período presidencial iniciado por De La Rua. Las tensiones sociales se profundizaron. El asesinato de dos militantes populares (Maximiliano Kosteki y Darío Santillán) en una manifestación en el marco de una feroz represión por parte de las fuerzas de seguridad reavivó el miedo de que el fantasma de la dictadura volviera a aparecer.
En ese momento el pasado se presentó frente a nosotros, la basura que estaba debajo de la alfombra quedó al descubierto. Fue una de las crisis más profundas que tuvimos que afrontar, porque las causas no eran únicamente económicas o políticas: los ciudadanos nos encontramos frente a un Estado que había perdido legitimidad. Pero ésta no había sido arrancada por una dictadura, sino que se había perdido porque los mismos políticos no habían sido capaces de sostenerla.
(fragmento de Historia Oral. Relatos y Memorias. Editorial Maipue. autora: Laura Benadiba)