(Exposición vislumbrada en el cuarto encuentro - 08 de agosto de 2009)
Luego de recibir la invitación de Erwin Galliussi (coordinador del seminario de filosofía e historia que lleva adelante con un no menor esfuerzo) sentí que debía acercarme a la gente, al público desde conceptos centrales que otorgan sentido a las ciencias sociales; entre ellas el Trabajo Social, disciplina que dentro del campo de poder de las ciencias sociales y del saber en general trata de construir un avisón crítica de la sociedad, de lo que se entiende por Sociedad.
Entonces uno trata de comprender y explicar conceptos centrales como Cultura, poder, “lo neutral valorativo”, conceptos construidos a partir de experiencias personales y colectivas, desde la experiencia y la reflexión.
El desarrollo de las ideas de filósofos, intelectuales, dirigentes y cientistas como Maquiavelo, Marx, Habermas, Castoriadis y Luhmann fueron contrastadas con la realidad inmediata del sufrimiento social que vive nuestra sociedad actual.
Pero más allá de la teoría desarrollada intenté acercarles y con ello aproximarnos a la Reflexión de problemáticas sociales cercanas y “locales” desde una perspectiva filosófica e histórica que considere el dialogo entre épocas.
Las discusiones que se suscitaron luego rondaron dos ejes muy importantes que rigen nuestra sociedad: los factores de uso múltiple como el dinero y el conocimiento. Si se quiere: bienes que pueden acumularse y disponerse por los sujetos para lograr algún tipo de deseo personal o colectivo. Nos dirigimos desde ese punto hacia la crítica de los valores y principios que rigen la cultura, las distinciones morales y las practicas sociales. ¿Se puede hoy generar un mecanismo que garantice la efectividad de un sistema de valores compartido universalmente? ¿Como es posible? ¿Es posible? Los límites de la razón y la reflexión nos hicieron detener en el análisis de una institución fundamental para la generación del conocimiento (allí donde se refugian los intelectuales para poder transformar algo de este mundo): la universidad.
El compromiso político de los intelectuales debe dirigirse a detectar los puntos donde el poder deja aberturas (esa abertura que para los griegos de la Antigüedad era una forma de nombrar al Caos). Sin duda alguna el intelectual no debe limitarse a decir que es lo que se debe hacer sino también a tomar posición en cada manifestación de Orden establecido; hacer cuerpo de aquello que lo sojuzga a él o su prójimo, lo que sometió a sus antepasados como así también lo que puede llegar a oprimir a las futuras generaciones. Hoy nos enfrentamos a grandes y pequeños desafíos, el camino no se termina, se rehace constantemente, los procesos duelen pero también propician el placer y la felicidad. Ha sido un gusto incomparable poder compartir estos momentos y gentes tan hermosas como la ciudad de La Paz.
Guido J. C. Iglesias
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