sábado, 30 de octubre de 2010

José Artigas

3º Jornadas de Revisionismo Histórico
Panel: Pensamiento Latinoamericano
Gonzalo Abella (Uruguay): José Artigas

José Artigas nació el 19 de Junio de 1764 en Montevideo, por entonces plaza fuerte española en el Río de La Plata. Su abuelo y su padre ocuparon cargos destacados en la administración colonial de este pequeño pero estratégico enclave.

Artigas recibió educación básica en el Colegio de los Padres Franciscanos.

Muy joven abandona el hogar paterno. Desde 1778 rompe definitivamente con su clase social y abandona Montevideo para siempre. Se va a vivir a las praderas, donde la introducción del ganado español había generado por entonces una forma nueva de vida: el tráfico ilegal de cueros con el resto de Europa

Aunque sus verdaderas opciones sólo se harán públicas en 1811, podemos comprobar mediante el análisis de documentos y sucesos que su actuación silenciosa al servicio de las mayorías oprimidas empieza por 1790, y que continúa sirviéndolas en los años que viste uniforme militar español (1797-1810). Es que Artigas sintió desde la adolescencia la atracción del mundo del charrúa, de los africanos prófugos, de los guaraníes cristianos (refugiados aquí tras la hecatombe misionera), de los criollos y europeos rebeldes que buscaban nuevos horizontes en la pradera libérrima.


Artigas se fusionó para siempre con ese nuevo universo multicultural de hombres y mujeres a caballo, que crecía al abrigo de una Naturaleza indómita y de la Vaquería incontrolable y que empezaban a entender, por sí mismos, cuáles eran las políticas públicas que podían beneficiarlos o perjudicarlos.

El Mundo Gaucho por entonces formaba el ala Sur Oriental de las redes multiculturales de la resistencia continental. Estas redes expresaban la alianza tácita de las mayorías discriminadas, y por toda nuestra América creaban territorios liberados en las montañas, la selva y los llanos, para la protección mutua de sus comunidades.

Las redes apelaban a personas como Artigas, quienes por su origen de clase social podían entrar a las estructuras coloniales allí donde los excluidos no tenían acceso. Por su origen social, Artigas pudo acogerse a un indulto y llegó a integrar los mandos medios de las milicias coloniales. De esta forma el mandato de las redes hizo que Artigas por unos años vistiera uniforme militar, hasta su abierta rebeldía en 1811.

El desafío a la Ley del Monopolio Comercial español se hacía desde el Mundo Gaucho exportando cueros de vaca a Europa a través de las playas oceánicas orientales. A ellas llegaban barcos europeos, principalmente franceses, holandeses e ingleses con suficiente armamento (o información topográfica y de inteligencia) como para penetrar el territorio y enfrentar cualquier patrullaje español. Las mercancías europeas llegadas por contrabando a estas costas se distribuían por los caminos milenarios de los indios hasta el Alto Perú y el Pacífico, lo que demuestra el conocimiento de los caminos milenarios y la existencia de alianzas circunstanciales entre las redes multiculturales y algunos poderosos comerciantes europeos, probablemente vinculados a la Masonería.

El Monopolio Comercial y el tráfico de esclavos habían sido establecidos y reglamentados por las Leyes de Indias para toda la América Española. En cambio, desde España no se había auspiciado en el Nuevo Continente la acumulación de tierras por parte de unos pocos particulares. Fue contrariando orientaciones superiores, fue por su propia iniciativa, que los Cabildos coloniales corruptos habían especulado con la tierra y habían generado latifundios no previstos ni deseados por las Leyes dictadas en la metrópoli. Pero los latifundios existían en el papel más que en la realidad. Más allá de las trampas jurídicas y la ambición especulativa, ninguna institución del poder colonial (con todas sus milicias y alcaldes represores) nunca llegó a controlar más del 10% del territorio que en los papeles le correspondía.

El mundo incontrolable de la pradera era un universo fraterno y multicultural de fronteras móviles. Charrúas, esclavos prófugos, tapes misioneros y europeos y criollos rebeldes, todos ellos habitantes de la Tierra Gaucha, eran los proveedores de cueros de Europa en el tráfico ilegal. No acumulaban la ganancia; las monedas y los artículos que recibían de Europa por pago y en trueque muchas veces eran compartidos o circulaban generosamente redistribuidas entre ellos mismo en apoyos recíprocos o en juegos de azar.

En aquel universo gaucho la abundancia de artículos europeos necesarios y suntuarios (incluyendo pólvora y armamento) era sorprendente. Pero también la pradera tenía sus células productivas: las estancias “cimarronas”, que funcionaban en lo artesanal como burgos medievales. En algunas de las primeras estancias cimarronas, junto a maizales y guías de zapallo (en algunas ya había hasta durazneros y limoneros), renacía una artesanía aldeana y se reconstruían los oficios necesarios para compensar la escasez de artículos cotidianos como el jabón o las velas. También se reparaban carretas, se hacían trabajos en telar y en cuero y a veces había una fragua y hasta una pequeña calera; se almacenaban y clasificaban los yuyos medicinales indígenas y se elaboraba embutidos y quesos. Pero los ritmos y los oficios eran regidos por el tiempo del caballo.

En ese mundo-centauro, rebelde ante la Ley del conquistador, vivió y se formó José Artigas.

Como vimos, Artigas no volvió a relacionarse con el Poder Colonial hasta los treinta y dos años de edad, después de una Amnistía que indultó a los que habían cometido delito de propiedad contra el orden establecido.

Mandatado en realidad por las redes de la resistencia, integró las milicias coloniales españolas desde 1797 hasta 1810. En 1811 (también por acuerdo con las mayorías excluidas) ofrece sus servicios a la Junta Revolucionaria de Buenos Aires, ya controlada en parte por la Masonería independentista y pro británica. La Junta Revolucionaria de Buenos Aires lo designa para comandar los grupos armados “de milicias” revolucionarias en la Banda Oriental.

De esta forma las Logias masónicas (de los grandes hacendados y comerciantes “librepensadores”) y las redes multiculturales (encabezadas circunstancialmente por Artigas) logran una alianza temporal. Pero la alianza durará pocos años: los hacendados esclavistas “patriotas” eran herederos de las inmensas tierras de sus abuelos cabildantes españoles, y traicionarán la alianza con los sin tierra cuando se profundice la lucha social. Esto se verá claramente sólo después de 1816.

El 18 de mayo de 1811 al frente de criollos, afro americanos e indígenas, Artigas vence a un destacamento español en la Batalla de Las Piedras y pone sitio al Montevideo amurallado. Los colonialistas españoles sitiados llaman en su auxilio a los colonialistas portugueses del Brasil. Recuérdese que por entonces Napoleón ocupaba España y Portugal, y por ello la corte de Lisboa, evacuada por la flota inglesa, estaba en Río de Janeiro. Desde allí ambicionaba extender sus posesiones americanas. El pedido de auxilio de los españoles de Montevideo le da el pretexto a los portugueses y éstos invaden la Banda Oriental del Plata.

El ejército portugués ocupa la campaña oriental, fortalece el poder español en Montevideo, y envía exploradores que cruzan el Río Uruguay. Artigas y los orientales se aprontan a combatir a ambos poderes coloniales, porque saben que Montevideo está a punto de rendirse.

Pero el gobierno pro-independentista de Buenos Aires hace un análisis diferente. Se ha vuelto más conservador, porque sus integrantes más radicales de la primera hora habían sido separados del Poder.

Coyunturalmente Buenos Aires está entre dos fuegos: por el Norte y detrás de la Cordillera se reagrupaban y avanzaban los ejércitos colonialistas españoles y ahora por el Río Uruguay lo amenazaban los portugueses del Brasil. Decidido a concentrar esfuerzos contra los españoles del Norte, el Gobierno porteño (que se considera representante de todos los pueblos del antiguo Virreinato) logra un armisticio con los portugueses y acepta que éstos ocupen la Banda Oriental.

Artigas no se rinde. Sin romper vínculos aún con los nuevos dirigentes porteños, va anunciando con cautela que en la nueva situación quedan anulados sus acuerdos con Buenos Aires y encabeza un movimiento autónomo de resistencia que va logrando alianzas con varias provincias del interior argentino. Ya a finales de 1810 se consolidaba la alianza entre Artigas y los pueblos guaraníticos de la Provincia de Misiones, convocados a las armas por Andrés Guaçurarí.

A fines de 1810 Artigas se retira rumbo al Alto Uruguay con los gauchos, los indígenas y los afroamericanos en armas que lo seguían. Las familias orientales abandonan sus viviendas y se van con él.

Es muy llamativa la heterogeneidad de esta población que lo sigue; hasta se da el caso de algunas familias que emprenden la marcha conservando junto a ellas a sus antiguos esclavos.

Este episodio de adhesión extraordinaria de un pueblo a su líder se conoció como “el Éxodo del Pueblo Oriental” o “la redota” (en el lenguaje mestizo del campo) y duró como opción de resistencia de un pueblo acampado y en armas hasta que se reiniciaron las acciones bélicas contra España. Este reinicio bélico fue posible porque Portugal y España se recelaban mutuamente, y finalmente el ejército portugués se repliega a territorio brasileño. Buenos Aires establece el segundo sitio al Montevideo español.

Las relaciones de Artigas con el gobierno de Buenos Aires nunca se compusieron; su deterioro llegó al enfrentamiento directo. El origen visible de la discordia es la defensa de la autonomía de las provincias frente al poder central. Detrás de ese problema está la exigencia de las otras culturas y comunidades (pueblos originarios, aldeas de indios cristianos, comunidades afroamericanas en armas y hombres y mujeres gauchas) para autogestionar sus destinos.

El derecho a ser culturalmente diferentes pero sin la obligación de serlo: he ahí la aspiración más o menos difusa de las mayorías, la que Artigas interpreta en ese momento. Se abrirán desde entonces en el territorio controlado por los “artigueños” las llamadas “Escuelas de la Patria”, gratuitas, para todos aquellos habitantes que quieran vincularse al mundo del comercio europeo y el comercio mundial. Pero para sus egresados pobres siempre está el riesgo de la discriminación; por ello (al mismo tiempo que se abren escuelas para todos) habrá territorios reservados para las opciones culturales tradicionales, vinculadas directamente al ecosistema. Nadie quedará excluido.

Los sucesos se precipitan. Buenos Aires derrota la resistencia del Montevideo españolista. En 1815 Artigas vence momentáneamente al ejército porteño y son los gauchos artiguistas los que finalmente ocupan Montevideo. El cabildo los recibe sin mucho entusiasmo.

Por entonces las provincias argentinas de Entre Ríos, Corrientes, Misiones, Santa Fe y Córdoba se unen a la Provincia Oriental en la “Liga Federal” y nombran a Artigas “Protector de los Pueblos Libres”. Las redes continentales populares, las que antes apoyaron a Zumbí y a Tupac Amaru, entienden rápidamente que el artiguismo es la renovada expresión de su misma lucha. Por entonces en lugares tan distantes entre sí como Cochabamba, Guanaco Laguna, el “Continente riograndense” y los barrios humildes y “orilleros” de Buenos Aires, el artiguismo fue santo y seña de la revolución radical.

Pero las banderas federales artiguistas (diferentes diseños pero siempre rojas, blancas y azules) no expresan lo mismo en cada lugar. En algunas provincias este federalismo está en manos de las comunidades agrícolas en armas, como es el caso de la Provincia de Misiones. Pero otras veces el federalismo es una alianza endeble con provincianos adinerados que reconocen provisoriamente a Artigas como Protector solamente para neutralizar el centralismo porteño aunque en su territorio no renuncian a sus privilegios de terratenientes y esclavistas. Este es el caso de la élite de las ciudades de Corrientes y de Montevideo. Dicho de otra manera: hay un artiguismo consecuente (por ejemplo, el que predomina en el gobierno de Misiones) y hay un artiguismo vacilante (que es el que predomina, por ejemplo, en el gobierno de la provincia de Corrientes o el cabildo montevideano de Barreiro). A nivel popular, en cambio, en los fogones, el artiguismo en todos lados es siempre radical.

Artigas vive el apogeo de su prestigio entre 1813 y 1820. De esos años son sus documentos más célebres.

Muchos de los escritos que se conservan de Artigas o de sus secretarios son propuestas de Gobierno sometidas al análisis de asambleas populares, ya que Artigas insiste ante los patricios de los cabildos lo mismo que expresa en los fogones gauchos: “Mi autoridad emana de vosotros y ella cesa ante vuestra presencia soberana”.

El fogón deliberante es la célula radical del proceso revolucionario. En cambio, cada Cabildo es un lugar de negociaciones con los hacendados ricos que lo dirigen y se transforma en tribuna donde Artigas busca democratizar las relaciones entre logias y pueblos en armas. Cuando finalmente se constituye la Liga Federal, fogones populares y cabildos conformarán en su seno una “dualidad de poderes” a veces contrapuestos.

Uno de los documentos de esta época que se cita con mayor frecuencia es el pliego de Instrucciones que dicta Artigas a los diputados orientales que van a reunirse con sus pares de las demás provincias en la proyectada Asamblea Constituyente en Buenos Aires en 1813. En estas famosas “Instrucciones del año XIII” Artigas propone que para formalizar el pacto con las demás provincias se ponga como condición previa que se constituya un Estado independiente, federal, republicano y democrático. Además debía quedar establecido, entre otras cosas, que ese Estado federal “promoverá la libertad civil y religiosa en toda su extensión imaginable”.

Es particularmente interesante su defensa inclaudicable de la “soberanía particular de los pueblos”, el derecho de cada comunidad y cada cultura a tomar decisiones por sí misma sobre cada uno de los asuntos que le atañen, en tanto no haya delegado expresa y libremente al Gobierno Central para la resolución de un determinado tema. El documento reconoce el derecho de cada pueblo a mantener sus armas para no ser avasallado.

Otro documento importante que lleva su firma es el Reglamento Provisorio de 1815, donde Artigas decreta para la Provincia Oriental un reparto de tierras “de tal manera que los más infelices sean los más privilegiados”.

Son también importantes sus cartas preocupándose por la nueva vacuna antivariólica, por entonces una novedad en Europa, y sus mensajes en que anuncia finalmente el envío de “vidrios con vacunas” para las comunidades agrícolas misioneras.

Los convenios comerciales que firma por entonces con Inglaterra y sus acuerdos con armadores de barcos norteamericanos muestran su interés en promover el desarrollo comercial del vasto territorio de provincias coordinadas que él dirige. En esos mismos documentos establece que los derechos de navegación de los ríos interiores son de competencia exclusiva de los gobiernos autónomos de las provincias ribereñas. Por otra parte, las trabas que pone Artigas a la compraventa y al uso latifundista de la tierra, la defensa de su función social, ya marcan un sesgo anticapitalista de extraordinario interés.

En el capítulo VIII de este trabajo les propondré releer algunos documentos con otros ojos, más adecuados a los debates de la época y a nuestra imperiosa necesidad de reflexionar sobre su vigencia.

Por ahora sigamos con la sucesión de los hechos. En 1817, tanto en Buenos Aires como en Montevideo, los independentistas “moderados” y los monárquicos restauradores posponen momentáneamente sus enfrentamientos. Deben aliarse contra Artigas y sus seguidores, y facilitan así una nueva invasión portuguesa mucho más poderosa.

Los ricos hacendados esclavistas de Montevideo coinciden con los de Buenos Aires: a esa altura de los acontecimientos: sólo la invasión extranjera podía frenar el cuestionamiento a la gran propiedad terrateniente, cuestionamiento que Artigas había impulsado hábilmente, con mayor radicalismo en los hechos que en los documentos.

Este contexto político ya es muy diferente al de 1811, cuando la primera invasión portuguesa. Ahora llegan a la Banda Oriental dos cuerpos de ejército portugueses seleccionados entre las tropas de élite del Imperio.

La Corte Portuguesa y la poderosa oligarquía de Río de Janeiro y Sâo Paulo están decididas a aniquilar a su peligroso vecino del Sur y para ello deciden llevar los límites del Imperio de Portugal hasta las orillas del Río de La Plata.

Las logias masónicas rioplatenses, por su parte, ven la invasión portuguesa como un mal menor ante el peligro que representa Artigas para sus intereses y sus propiedades.

Ante la poderosa invasión algunos aliados de Artigas en el litoral argentino inician tratos por separado con Buenos Aires y permanecen neutrales ante los sucesos en la Banda Oriental. Artigas los considerará enemigos desde entonces.

Otros lucharán hasta el fin contra los colonialistas portugueses, como lo hizo el líder guaraní cristiano de la Provincia de Misiones, Andrés Guaçurarí. La misma actitud tendrán los afroamericanos y los “indios infieles”, fieles al artiguismo, de ambas márgenes del río Uruguay.

Artigas es totalmente derrotado en 1820, primero en la Banda Oriental, finalmente en Misiones, y pide asilo en el Paraguay, donde gobierna el Dr. Francia. Este, a pesar de sus enfrentamientos anteriores con Artigas, acepta recibir a más de trescientos refugiados, inaugurando así la institución del asilo político en Sudamérica. Artigas vivirá en el Paraguay sus últimos 30 años.

El período paraguayo no fue un tiempo de pasividad. Por los caminos de la selva, de los ríos y los esteros, Artigas estuvo siempre en contacto con los pueblos del antiguo Protectorado. Los chasques nunca dejaron de llegar. En 1825, con sesenta años de edad, pospuso su vuelta para no perjudicar la trabajosa y frágil alianza del Libertador Lavalleja con antiguos enemigos de Artigas, alianza que ahora enfrentaba a todos juntos contra el imperio esclavista del Brasil. Después, cuando decidió que pese a todo debía volver ya era tarde y la diplomacia británica había destruido el proyecto de la Patria Grande..

Desde 1830 los enemigos de Artigas gobernaron el nuevo Estado Oriental. En 1845 el Gobierno entreguista, neocolonial, de Montevideo le ofreció un retorno: sería escoltado nada menos que por la escuadra anglofrancesa invasora en el Paraná. Pero Artigas, a pesar de su nostalgia, no aceptó volver en esas condiciones para no legitimar al gobierno “colorado” oriental.

Falleció el 23 de Setiembre de 1850 cerca de Asunción.

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