sábado, 30 de octubre de 2010

La homosexualidad en Argentina

3º Jornadas de Revisionismo Histórico
Panel: Historia y Género
César Augusto (Argentina): La homosexualidad en Argentina

Mitos preexistentes sobre la putez en la Argentina y su contexto social (breve repaso de la homosexualidad en la argentina)
Los putos con Perón (El FLH, Frente de liberación Homosexual)
Los Putos con Perón (La militancia incipiente, los 70, desapariciones)
Los 80 (entre la fiesta y el activismo)
El puto es peronista el gay es gorila (La lucha y organización de las chicas trans, cooperativas y visibilidad)
Putos 2010 (Nuevos desafío de la mitancia en la diversidad)

Los Putos del FLH (Frente de Liberación Homosexual)

"Los putos con Perón", decía el cartel que el puñado de muchachos con pantalones Oxford levantó en Plaza de Mayo el 25 de mayo de 1973. Era la segunda aparición pública del Frente de Liberación Homosexual Argentino (FLHA, un grupo de universitarios, intelectuales y sindicalistas que llegaba a la revolución a través de su sexualidad, cuyo despliegue se debió en gran parte al liderazgo del escritor Néstor Perlongher.
Néstor Perlongher hace la crónica de la emergencia y desarrollo de los grupos que intentaron crear un "estado de conciencia" sobre las condiciones de opresión en que vivían los homosexuales hacia fines de los 60. Inicialmente estos grupos bregaron por llevar a la esfera de lo público el mundo oculto de la homosexualidad, y su objetivo político apuntó a denunciar la represión policial y judicial contra los homosexuales y lesbianas, que bajo el gobierno de Onganía se había agravado.


El Frente de Liberación Homosexual de la Argentina se creó en agosto de 1971 "...en medio de un clima de politización, de contestación, de crítica social generalizada, y es inseparable de él." Como buena parte de los argentinos de entonces, cree en la liberación nacional y social y aspira al logro de las reivindicaciones específicamente homosexuales en ese contexto.

De la reunión fundadora participaron Juan José Hernández, Héctor Anabitarte (sindicalista expulsado del Partido Comunista por su condición de homosexual quien, hacia fines de los 60, había participado de la primera agrupación, "Nuestro Mundo", que intentó crear un estado de conciencia sobre las condiciones de vida de los homosexuales), los escritores Manuel Puig, Blas Matamoro y el analista social Juan José Sebreli
En marzo de 1972, según relata Perlongher, ingresan una decena de estudiantes universitarios al Frente –el grupo Eros– provenientes de las carreras de Filosofía y Letras, Psicología y Sociología y con militancia en diferentes partidos y agrupaciones de izquierda y anarquistas, como el propio Perlongher, que militaba en el Partido Obrero. La incorporación de estos jóvenes entrenados en las prácticas políticas produjo un impacto en el movimiento, que fue desde el reformismo inicial a posturas radicales y revolucionarias. El movimiento caracteriza a la opresión derivada del sistema "heterosexual compulsivo y exclusivo" como propia del capitalismo y llama a la alianza con los movimientos de liberación nacional y social y con los grupos feministas de aquella época, tales como la Unión Femenina Argentina (UFA), el Movimiento de Liberación Feminista (MLF) y la Asociación de Mujeres Socialistas.

Más tarde, el FLHA promueve un acercamiento a la izquierda peronista y participa dentro de las columnas de Montoneros en la asunción de Cámpora con un enorme cartel con una frase extraída de la marcha peronista: "Para que reine en el pueblo el amor y la igualdad" y en Ezeiza, en junio de ese mismo año, en ocasión del retorno de Perón. Pero las reacciones desde dentro de Montoneros son disímiles frente a esta alianza. El recelo y la desconfianza se agrava a partir de las pintadas que en las calles de la ciudad denuncian una alianza "entre la izquierda, los homosexuales y los drogadictos" y de los comentarios que en ese sentido publica El Caudillo, órgano de prensa de la ultraderecha peronista, que en su artículo "Acabar con los homosexuales" había expresado: "A los que ya son proponemos que se los interne en campos de reeducación y trabajo, para que de esa manera cumplan con dos objetivos: estar lejos de la ciudad y compensarle a la Nación trabajando por la pérdida de un hombre útil. (…) Tenemos que crear brigadas callejeras que salgan a recorrer los barrios de las ciudades, que den caza a esos sujetos vestidos como mujeres, hablando como mujeres. Cortarles el pelo en la calle o raparlos y dejarlos atados a los árboles con leyendas explicatorias y didácticas." Estos argumentos son un calco de las prácticas discriminatorias nazis, ya que el nacional-socialismo alemán declaraba que los gays eran incompatibles con sus principios "debido a que no se reproducen y no perpetúan la raza aria", sobrado motivo para recluirlos en campos de concentración junto a judíos, gitanos y otros indeseables. Pero la respuesta de Montoneros a la prédica fascista no se hace esperar y la consigna "No somos putos, no somos faloperos, somos soldados de FAR y Montoneros" pasa a formar parte del repertorio de las manifestaciones. En ese clima en el que se agudiza la paranoia, Montoneros esquiva establecer cualquier tipo de alianza que pudiera implicar una identificación con los grupos de homosexuales militantes.

Luego de la fallida alianza con el peronismo, el FLHA pasa a adherir al FAS (Frente Antiimperialista por el Socialismo), propuesta frentista y policlasista del Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT): "En 1974 convergieron el trotskista Partido Socialista de los Trabajadores, las feministas y el FLHA, por la derogación de un decreto que prohibía la información y difusión de métodos anticonceptivos". En el discurso de la izquierda trotskista, aunque menos ortodoxo, también se hablaba de decadencia burguesa y el lugar que se le otorgó a grupos como el FLHA fue minúsculo y en última instancia clandestino. Resulta representativo el espacio físico que les concedieron en la sede del Partido Socialista de los Trabajadores (PST) por la directa intervención del dirigente Nahuel Moreno, quien había entrado en contacto con algunos militantes del FLHA: una habitación minúscula, siempre bajo llave, y con un cartel en la puerta que advertía "Prohibido entrar". Y con la condición de mantener el secreto para que no se enterasen de esas reuniones el resto de los militantes.

Por su parte el PRT llegó a protestar porque a sus militantes solían encerrarlos "con las maricas que caían en las redadas morales de cines y bares". La enfermedad debía quedar recluida y los enfermos en cuarentena.

Los 80: entre la fiesta y el activismo

Los 80 son signados por el regreso de la democracia formal que permitió una cierta apertura, que si bien no alivio la situación de putos, tortas y travestis en cuanto a la obtención de sus derechos al menos les permitió organizarse para reclamarlos.
Comienzan los primeros grupos activistas a enuclearse imbuidos de las teorías que en Europa comenzaron a circular sobre “el mundo gay” . Y si bien hay enormes figuras que dieron su vida en la obtención de los derechos civiles, los hermanos Jáuregui por ejemplo, la militancia gay de la primavera alfonsinista ya no luchara como el FLH por la liberación nacional y social, sino que despegara sus demandas de las mayorías y se encerrara en una lógica de Ghetto. Lo gay (Palabra extranjera que significa “frívolo” o “Divertido”) pasa a ser lo políticamente correcto, mas allá de las polémicas de Gummier Maier y el propio Perlongher con la CHA sobre “Ser puto y no gay”.
En los 90 cuando todo se mercantiliza y el mercado gay comienza a ser aceptado en función al poder adquisitivo, esta lógica pasa a ser la norma y los gays de clase media y media alta se olvidan de las demandas colectivas del sector y disfrutan de la “tolerancia” de sus vecinos de clase.
Comienza a quedar un espacio vacante. El de la militancia política dentro del mundo de la diversidad sexual. Aquel que se apagó justamente con el FLH en 1976.

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